GRADO 6

Actividad para desarrollar grado 6° Colcandelaria

Introducción

En los barrios, la vida vecinal está reglamentada por un conjunto de normas jurídicas –ordenanzas municipales- y normas sociales que se van estableciendo por medio de las relaciones cotidianas entre los vecinos. Estas normas regulan las conductas individuales, reglamentan la convivencia y promueven la resolución de los conflictos.
En abril de 2010, en la Argentina, el Congreso Nacional sancionó la “Ley de Mediación y Conciliación”, que estableció nuevos procedimientos para la resolución de conflictos entre vecinos y otras personas con intereses contrapuestos.

Objetivos específicos de la secuencia didáctica

Que los alumnos:
Analicen críticamente la necesidad de las normas para organizar la convivencia entre los integrantes de la sociedad.
Conozcan las normas jurídicas e instituciones que regulan la convivencia vecinal.
Analicen críticamente sus acciones y actitudes cotidianas en relación con los otros.
Desarrollen estrategias democráticas y participativas en la elaboración de normas y resolución de conflictos.

Fase 1: Presentación del problema

Actividad 1

1) Junto con algunos compañeros, lean los textos que presentan dos situaciones muy comunes en la vida cotidiana en un barrio de la Argentina.

Caso 1: La basura en la veredaFrancisco saca las bolsas de basura de su casa a la mañana y las deja en el árbol de la casa de su vecino Marcelo, de donde el camión recolector las recoge recién a la noche. Ante los reclamos de Marcelo, cuya vereda permanece sucia durante casi todo el día (ya que algunos perros del barrio rompen las bolsas para alimentarse de los desperdicios), Francisco argumenta que se trata de un espacio público que todos tienen derecho a usar como quieran.
Caso 2: El ensayo de batería
Martín está aprendiendo a tocar la batería y habitualmente ensaya en horarios nocturnos. Los sonidos molestan a Hernán y María, los vecinos más cercanos, ya que tienen un bebé de tres meses que se despierta cada vez que Martín practica. La pareja decide visitar a Martín y plantearle el problema. Este les dice que va a tratar de cambiar los horarios y ensayar por la tarde, cuando Hernán y María están trabajando y el bebé está en la guardería.
2) Junto con sus compañeros, analicen cada uno de los casos presentados:
identifiquen cuál es el conflicto;
identifiquen cuáles son los actores involucrados en cada conflicto y cuáles son los intereses de cada uno de ellos;
pónganse en el lugar de las personas involucradas en el caso 1: ¿quién tiene razón? ¿por qué?
póngase en el lugar de las personas involucradas en el caso 2 ¿quién tiene razón? ¿por qué?
decidan cuál de los dos conflictos se resuelve y cuál, no. Expliquen por qué.
Luego, organicen una ronda de presentación y lectura de las conclusiones.

3) Entre todos, analicen y comenten cuáles son los valores puestos en juego en las acciones propuestas por los protagonistas para resolver los conflictos en cada uno de los dos casos.






La familia y el mandato cristiano

Sección: Valores católicos

A veces olvidamos vivir la caridad con quienes más la merecen. ¿Por qué nos cuesta querer a nuestra familia?

Querer al enemigo es, en efecto, un mandamiento del cristianismo: poner la otra mejilla es vencerse y perdonar a quien nos ha hecho daño de algún modo. Querer al prójimo bajo cualquier circunstancia, perdonar y actuar, no cómo quisiéramos, sino como hijos de Dios.
Sin embargo, muchas veces pensamos que la caridad sólo vale cuando somos objeto de vejaciones o malos tratos. El gran reto que impone la caridad es con la gente que se mantiene cerca de nosotros, sea por un vínculo familiar o de amistad. El verdadero cariño tiene su prueba de fuego en los círculos más íntimos, en la casa, en el trabajo
Y en algunos casos tristemente, la caridad muere a manos de la confianza. La estrechez de los lazos y la cercanía hace que nos olvidemos del respeto que va aparejado al cariño. Un grito, una petición hecha con desdén o cualquier gesto hiriente para con quienes nos rodean suceden cuando el cariño se mal interpreta y la confianza se confunde con la tosquedad.
Es muy común que, por tratarse de un hermano, un padre o cualquier familiar, a esa persona no le tratemos cómo se merece. Arrebatamos las cosas, exigimos un servicio o no somos corteses con aquellos que llamamos “nuestros seres queridos” simplemente porque son “de confianza”.
La costumbre y la convivencia pueden prestarse a bajar el nivel en el trato, a que nos tomemos libertades con nuestros hijos, padres o hermanos. Se trata de personas que comparten un lazo muy íntimo con nosotros, cierto, pero que son individuos que merecen nuestro respeto y, con mayor razón, por ser sangre de nuestra sangre.
"Un mandamiento nuevo os doy, que os ameís los unos a los otros como yo os he amado". Este mandamiento nuevo que nos dio Cristo debe vivirse, primero, en la familia.
En esta iglesia doméstica, que es la familia, deben resonar con fuerza las palabras de san Pablo: “si no tengo caridad, no tengo nada”. Si en la familia no hay un verdadero amor, no tendremos nada.
Y es que el amor que debemos a nuestros seres queridos tiene que mostrarse en actos concretos. Obras son amores y no buenas razones, canta la sabiduría popular, y es una exigencia que debe reinar en la familia:
- Ser servicial y ayudar sin que nos lo pidan a las tareas cotidianas dentro del hogar (levantar la loza después de las comidas, hacer algún encargo, mostrarse diligente en los favores que se nos piden, acompañar a quien lo necesita, adelantarse a los favores, etc.)
- Convivir con la familia con una buena actitud, conversar e interesarnos por los asuntos de padres, hijos y hermanos para conocerlos mejor y poder tratarlos con verdadero cariño.
- Tratar a nuestra familia con el respeto que merece. Evitar las situaciones incómodas, no intrometernos en su intimidad (a menos que se nos permita), respetar el tono humano (cuidar el pudor, el lenguaje y el trato).
- Hay que recordar siempre que la familia es una pequeña comunidad donde conviven varones y mujeres: cuidar el trato permitirá que esa convivencia sea atractiva y plenamente familiar.
- Mostrarnos realmente a su disposición cuando lo necesitan. Que de verdad sepan que pueden contar con nuestra ayuda en cualquier momento.
- Evitar ser molestos o abusivos. En efecto, un hijo, hermano o padre, es incondicional, pero el vínculo familiar también exige de una buena dosis de prudencia y sentido común para pedir favores.
No hay que olvidar que la caridad primero ha de vivirse con las personas más cercanas: hijos, padres, hermanos… ellos son lo más importante y a veces lo que menos cuidamos. Si permitimos que la costumbre y el hecho de compartir un techo se vuelvan motivo de un trato corriente, estaremos faltando gravemente a la caridad.
Recordemos el amor que se vivía en la Sagrada Familia, reflejo del cariño que debe respirarse en cualquier hogar. Ese será siempre el mejor ejemplo para tratar a quienes forman nuestra familia.

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